CARTA DE UN ENTRENADOR:
Hoy quiero hablar de Fútbol femenino
Quiero recordar a esa niña que, con alegría y con ilusión, llega cada día a la cancha. A pesar de su corta edad llega sola, en un barrio no muy seguro, a una cancha que no tiene luz, con frío, con lluvia, con calor, pero siempre con la misma ilusión. Quiero recordar a otra niña que no tiene las mejores condiciones técnicas, pero entrega su garra y su corazón por cada compañera, a la chica insegura que con su compañía y alegría es el sentido de entrega para la mas talentosa. Quiero señalar que en su mayoría esas niñas partieron amando y soñando un juego que para muy pocas era tan importante, un juego que para muchos era solo de hombres, en un contexto que las condiciones no son justas, las exigencias muy altas, y los tratos muy duros. Muchas tienen la responsabilidad de cuidar a sus hermanos pequeños, no pueden llegar a su casa cuando el sol se esconde, son las encargadas del aseo o tienen que salir solo ellas, y no sus hermanos, a hacer las compras porque ellos si pueden salir a entrenar y jugar con sus amigos hasta más tarde. Hoy les quiero dar las gracias a todas ellas, que con su profunda ilusión y convicción lucharon por el permiso de sus padres, muchas veces sin tener su completo apoyo.
También quiero pedir disculpas por ese estadio que alguna vez les gritó “son niños”, “no juegan”, por aquellos comentarios de burla pidiendo “cambio de camiseta”. A todas las arqueras que escucharon a las gradas gritar “puta” luego de un saque de meta. Quiero pedirles disculpas por ese entrenador nacional que en vez de formarlas y apoyarlas les faltó el respeto. Disculpas por ese entrenador que en su afán de alimentar el propio ego no educó, también por ese padre que nunca entendió que ese gran talento y corazón merecían una oportunidad. ¿Cómo es que su padre nunca creyó en ella como lo hicimos nosotros?
Quiero pensar en que los grandes momentos formativos de alguna de ellas fue ese viaje en bus, todas cantando en voz alta o quizá en silencio, contemplando por la ventana, o cuando se acercó a una compañera al punto de llorar juntas. Quiero pensar en que ese abrazo de gol entre todas fue el mayor premio que se puede lograr, pensar que cuando llegaste algo más alto y miraste al público en tu corazón vibraba toda una historia. Quiero pensar que ya no corres nunca más sola, que corres con la historia de personas que han compartido tu ilusión desde atrás.
Me sorprende tu fortaleza, tu resiliencia, tu entereza. Me sorprende como un grupo de personas se puede transformar en parte de tu familia y vestir la misma camiseta con orgullo cada día. A pesar de los desafíos, a pesar de los esfuerzos, de la flojera, de tantas cosas, quiero quedarme con esa sonrisa, con esa compañía.