CATALINA CARRILLO
Fútbol feminista y disidente
Cuando era niña me encantaba jugar a todo lo que implicaba correr y moverme. En el colegio me encantaba educación física y todo lo que había que hacer ahí, excepto en septiembre, que tocaba folclore. Cuando niña siempre tuve más amigos que amigas, porque no jugaba a las muñecas y prefería las carreras, las escondidas, el pillarse, la pinta, el fútbol.
En el colegio era la única niña que jugaba fútbol -jugaba con falda- en una cancha con más de 5 partidos simultáneos, cientos de niños y varios balones. En séptimo básico tuve la suerte de que un profesor me permitiera ser parte del taller de fútbol. Él pidió el permiso en inspectoría, ya que era impensado que una niña jugara fútbol. Lamentablemente, jamás pude competir por mi colegio porque nunca se pudo jugar de manera mixta ni existía una selección de fútbol de niñas.
Han pasado años y he pasado por miles de canchas, jugando con niños, niñas y personas adultas, de manera profesional y callejera. Hoy soy una de las pocas mujeres futbolistas; digo pocas, porque a pesar de que somos cientos de mujeres, hay muchas tuvieron que dejar sus sueños por diferentes motivos. Por temas económicos, por lesiones, por maternidad, por temas familiares, etc.
Hoy miro hacia atrás, veo mis pasos y jugadas, siempre llego a la misma conclusión, me faltaron referentes. Me faltó tener una – o más – ídola a quien seguir y querer ser como ella. Me faltó soñar con ser futbolista cuando sea grande, ver partidos de mujeres y querer ser como la Fernanda Pinilla, Su Helen Galaz, Tiane Endler, Pancha Lara y así muchas compañeras con las cuales podría soñar.
Me faltó también tener educación sexual para comprender que ser lesbiana no era algo malo, y que si bien en el fútbol hay muchas jóvenes y mujeres lesbianas, no es algo de que preocuparse o sentirse culpable. Esto es una herida y una deuda muy grande, ¿cuánto tiempo perdimos de ser felices por no encajar en lo que nos impusieron? Me cuestiono mucho esto y lamentablemente sé la respuesta. A veces me hubiera gustado ser más valiente, más fuerte, pero la verdad es que no tenía las herramientas, una vez más no tenía referentes ni mucho menos educación para poder abordar el tema en mi familia. Hoy como futbolista profesional y activista LGBTIQ+, elijo visibilizar y me hago cargo de mi
responsabilidad social, aceptando el desafío e intentando ser referente de niñas, niñes y niños que sueñan con ser felices. Para que nunca más los niños sean obligados a jugar fútbol para ser más hombres, para que las niñas puedan soñar con ser futbolistas y no se les cierren las puertas porque serán “marimachas”, para que les niñes tengan una infancia sin tabúes ni estereotipos, para que todes puedan jugar a las muñecas y hacer los deportes que quieran.
Apuesto por un fútbol feminista y disidente. Sueño con un fútbol para todes desde temprana edad. Para que les niñes trans, las niñas y niños tengan igualdad de oportunidades, porque jugar fútbol te da una felicidad y alegría indescriptible que no puede ser sólo para algunOs. Creo y confío firmemente en mis compañeras con las que estamos levantando esta lucha y espero que más temprano que tarde, todas, todes y todos soñemos con ser felices y vivamos el sueño.
Por cada niña que hoy es adulta y no pudo jugar fútbol por prejuicios y machismo patriarcal, por cada niño que le rompieron una alita intentando hacerlo más hombre – como si ser hombre se tratara de fuerza o estereotipos -, por cada niñe y adolescente LGBTIQ+ que decidió dejar este mundo por exceso de egoísmo y violencia de unos pocos. Por todas, todes y todos los que tienen una herida con un deporte hermoso. Porque la pelota no se mancha, será para todes y con todes. El fútbol será feminista y disidente o no será un mejor fútbol.